Por Raúl MendozaEn una publicación de los años 60 se puede leer de Ernesto Sánchez Fajardo, El Jilguero del Huscarán: 'Cuando se presenta en los escenarios de los coliseos Dos de Mayo o el Nacional (ahora canta en el primero) todo el público aplaude y aún lanza alaridos de júbilo. El anunciador del Coliseo Dos de Mayo lo presenta: ‘Aquí está el gigante de la canción ancashina’. Y no es ningún gigante. Me honro con su amistad desde hace quince años. Es un muchacho delgado, de aspecto frágil, casi enfermizo. Cuando ha interpretado cinco o seis canciones y hace como que se va del escenario, el alarido del público se repite…'. El texto es parte de un estudio sobre la música popular y sus intérpretes, y lo firma José María Arguedas.
Ernesto Sánchez Fajardo, en efecto, se hizo estrella en los coliseos y de allí pasó a la radio y el disco para lograr el éxito masivo. Llegó a la capital con la ola de migrantes en los años 40 y se quedó para hacer oír su voz como cantante. Su hija, July Sánchez Fuentes, cuenta que hizo el camino desde su natal Bambas, Áncash, a Lima, en varios años. 'Se fue de su casa a los siete años. Se quedaba trabajando en los pueblos. Fue peón en las haciendas y ayudante en un montón de sitios'. Partió niño y llegó adolescente a la capital. Aquí trabajaba en los mercados y al final de la jornada cantaba huaynos de su tierra –o chuscadas– para engañar al corazón y a la nostalgia. Más tarde dejó los mercados para vender cancioneros que promocionaba interpretando él mismo las canciones. 'El año 42 se vinculó con grupos folklóricos y ahí inició su carrera artística', dice su hija. Por entonces los coliseos eran lugares de reunión de gente provinciana y en ellos actuaban compañías artísticas de bailarines y cantantes. Él empezó como asistente de los consagrados y escaló uno a uno los peldaños de la fama: fue bailarín, hizo coros, cantó en grupo y llegó a solista. Esa historia de esfuerzo la comparten muchos artistas de la época. La compañía que lo acogió era dirigida por la soprano Luz Gálvez y fue ella quien lo bautizó el día del debut: Jilguero del Huascarán.Luego vendrían las presentaciones y el camino a la consagración. Grabó sus primeros discos de 45 con otro cantante de su tierra, Jacinto Palacios, por iniciativa del escritor José María Arguedas, a fines de la década del 40. De entonces queda una anécdota: la grabación fue enviada a Argentina y los discos llegaron con las etiquetas cambiadas. La grabación del Jilguero fue atribuida a Palacios y viceversa. Sin embargo, su leyenda crecería –en vivo– en los coliseos. Arguedas lo iba a ver y lo admiraba: 'El Coliseo todo es dominado por la voz, por la intención ardiente, siempre ardiente y sincera con que la bellísima voz del Jilguero trae al ambiente, ya estremecido, la imagen del mundo cíclopeo pero no tan adusto, no tan bravío del Callejón de Huaylas…'.
Conciencia social
En la década del 50 El Jilguero del Huascarán llegó a la radio y al disco y, por fin, el éxito le mostró su mejor sonrisa. Por entonces los artistas andinos apenas arañaban la popularidad, pero el fenómeno crecía. A la par del Jilguero también empezaban a sonar de manera constante Jaime Guardia y la Lira Paucina, Pastorita Huaracina, Wara Wara, entre otros. El Jilguero del Huascarán fue el primer artista folklórico que grabó un long- play como solista y el primero en obtener un disco de oro en 1960 con el tema 'Marujita', acaso su canción más recordada. Sus canciones hablaban de amor, de desengaño, de desarraigo, de despecho, pero también de injusticia y de protesta contra la opresión.
'Él se diferenció de otros artistas porque muchos de sus temas tocaban lo social. Sus letras no tenían un nivel poético complejo, pero eran directas y cercanas a las aspiraciones de la población', explica su hija July. A contracorriente de artistas exitosos que dejan de lado su inquietud social, El Jilguero nunca hizo concesiones. Prueba de ello son muchas letras de canciones de la década del 60, cuando era más famoso que nunca. 'Señores burgomaestres, cuidado con claudicar / tantas promesas leales, cuidado con olvidar / dejen las compadrerías, esa injusticia social / líbrennos de las miserias y de tanta indignidad' dice en 'Señores alcaldes'. Otra más: 'Si revivieran Luis Pardo, el gran Alama y Atusparia / no habría tantos abusos con la clase proletaria / a las palabras del pobre nunca le dan las razones / aunque la razón les sobre, más pueden las opresiones'. Letra de 'Verdades que amargan'.A fines de los años 60 tuvo un programa de radio, 'El Cantar de los Andes' y desde allí lideró una movilización por la creación de una universidad en Áncash, algo que se logró años después. Por esta época también se dedicó a organizar a los artistas. Fue fundador y secretario general del Sindicato de Artistas Folklóricos del Perú y presidente de la Federación Nacional Folklórica del Perú. 'Entre los años 60 y 70 él hizo mucha labor social. Llevaba ayuda a las cárceles, daba conciertos en provincias, tenía contacto con sindicatos y estudiantes', cuenta su hija July. Tenía arraigo entre la gente de a pie. Por eso no fue extraño que fuera elegido para la Asamblea Constituyente en 1979.
Fueron los últimos años en que se subió a los escenarios. July, investigadora en la Escuela Nacional de Folklore José María Arguedas, hoy lo recuerda ataviado con su sombrero, el poncho oscuro y las botas altas, a la manera de Luis Pardo, el bandolero ancashino. Ella tiene preparado un libro sobre la vida de su padre que se llamará 'El Canto de un Jilguero' y será publicado el próximo año. Ernesto Sánchez Fajardo, El Jilguero del Huascarán, murió en un accidente de tránsito en 1988, pero ese es un dato en su biografía. La resolución del INC que lo declara Personalidad Meritoria de la Cultura Peruana señala la esencia de su trayectoria: 'contribuyó decisivamente a la vigencia, fomento y transmisión de la música tradicional popular de la Región Áncash'. Este año hubiera cumplido 80 años.
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