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jueves, 30 de septiembre de 2010

Nancy Rodrigues Sera Galardonada Con ‘‘La Kantuta De Oro’’

De Ateneo Andino. Por Su Trayectoria Como Folklorista En El Extranjero                                        Orgullo  Ancasino
Por Julio Olivera
Textos Elky Cardenas 
  La carretera holla la pampa. Los vacunos se esquivan en las vertientes y los rebaños de ovejas semejan escarchas. En Cátac, cámaras funerarias soterradas en las colinas dan un sabor de historia a la ruta. Más abajo y para entrar a Ticapampa las canteras de ónix ofrecen a la fantasía su miraje verde y nacarado. Las oficinas de lixiviación y las chimeneas de los hornos muestran la zona minera. En una calle larga y estrecha los restaurantes y cantinas absorben a los obreros y transeúntes, mientras que en los cerros el taladro horada las extrañas de la tierra.
     El Callejon de los Conchucos, alberga al poblado de Paucas, de la provincia de Huari, lleva el mismo nombre que la deidad de los cerros a mas de 3,100 metros sobre el nivel del mar, cuna de grandes civilizaciones que guardan celosamente los restos de la cultura Chavin y el culto al Dios Huari.Aqui nace  Nancy Rodriguez un 15 de Ahosto, aquí comienza su historia y su trayectoria de cantante vernacular, conocida desde entonces como La Muñequita de Huari; desde los 5 años entona canciones con sus hermanos para mas tarde entornar con Alicia Delgado isiony  Dina Paucar. Ella fue protegida de los maestros el Indio Mayta y la Pastorita  Huarasina, para mas tarde  coronarse en los Teatros Se gura y  Felipe Pardo y Aliaga de la capital, mostrando al munso su fama en los canales de radio y televisión.
El valle recortado a gusto de parque borroso ofrece al espíritu una acabada tónica contemplativa y forja el tipo meditativo, emocional y poético.
La mole soberbia del Huascarán da la impresión que tuviera la porfía de detener con su peso la acelerada rotación de la tierra y de sujetar la liviandad del pensamiento.
Nancy y el escenario: aquél ahíto, el otro fecundo en sugestiones. Nancy en plena cogitación y emoción y el escenario en plena ebullición y vibración.
De Conococha al Cañón del pato dos franjas de paisajes se extienden a ambos lados del río Santa y culminan de un lado en la línea Nevada de la Cordillera Blanca y del otro en las cumbres de la Negra, delineando un espléndido escenario, rico en estampas melódicas y multicolores y fuente de emociones extraordinarias.
La Cordillera Blanca con su límite irreal y la Cordillera Negra con su cresta decorada por la patina de los siglos logran  horizontes magníficos, prístina la una y con una diafanidad exacerbante e infinita, y la otra cargada de relieve y misterio.
          A ambos lados la evolución y despliegue de la superficie, su anfractuosidad y movilidad, la oposición de abismo y cumbre, la contraposición de la estática y dinámica consternan y suspenden al espíritu, dana nuestra Muñequita singular actuación, que llevara mas adelante nuestra música del Ande a Estados americanos, como Utha, San Francisco, San Jose, Los Angeles y muchísimas ciudades de los Estados Unidos.
 La montaña granítica con su enmarañado acento geométrico le ofrece a Nancy Rodriguez una modalidad dialéctica y arquitectural; en la cumbre argentada la línea del horizonte se confunde y se pierde en el espacio en un afán de perspectivas atmosféricas.
        En Ancash la riqueza poliédrica de Inka -Mashán dialoga con la cumbre Nevada de La Viuda; más abajo el trémulo e inusitado nevado de Huancapetí, en Aija, mira con aire de grandeza protectora a la garganta de "Cahuish". El Campanario escarpado de Callán en Huaraz tiene empeños de cupido, acaricia por un lado la tibia brisa de la costa y por el otro se proyecta en los límpidos espejos de San Cristóbal y Colta-Raju, Cuncashca, sobre Anta y Yúngar, tiene nostalgias que el nevado de Vicos y el Hoyuelo edénico de Taricá hacen más ensoñador con las liquidas perlas de sus noches lunares. Huanacashma y Canchirau en Carhuaz arreglan partituras de zarzuela, cuadros al fresco con las níveas cumbres de Copa y Hualcán. Punap en Yungay, platica con el Huascarán temas metafisicos y orquesta óperas que las torrentes ejecutan con frenesí sobre Pueblo Libre , Mato y Huaylas, las cumbres de Huashca, Pavas y Cruz- punta, de patina milenaria, tienen coloquios eglógicos con el Huandoy y extienden sobre el vergel y la campiña caracina brochazos albos de esmeralda, sombreados de bronce.
       En este escenario, y en todo el Peru Nancy Rodriguez puso su tónica de Princesa Vernacular, la belleza obra por sugestión. En todo el Callejón esta fuerza esparce su fina sensibilidad y simpatía. El medio imprime su sello o estilo a la producción artística y Nancy va enriqueciendo su acervo artístico con un tesoro espiritual elaborado en milenios de años. Experiencia inédita y conjunción de fuerzas telúricas.
       Hay una profunda diferencia de reacción emotiva entre el hombre del paisaje policromo y el hombre del paisaje agreste y monótono. En el primero hay bondad y facilidad en la inspiración, en el otro, esfuerzo y artificio, la ficción y cálculo de los efectos.
       En el ejercicio de la visión en un paisaje espléndido crea un órgano especial de enfoque: palpa la Mirada la nívea grandiosidad del nevado y logra cuajar las impresiones que la melodía en sus voluptuosos estremecimientos ha provocado en su contacto con el alma. La modalidad de la voz  de Nancy crea la raíz vital y peculiar de un signo afectivo y de una actitud existencial dentro del universo. Flexo cultural y protoforma de concepciones originales.
      Por entre el medio de las dos cordilleras florecen praderas musicales y exultantes que son como las cunas de la emoción y del pensamiento. Las ciudades como un rocío matinal ululan en la campiña, ágiles y señoriales.
       La naturaleza se ha desvertebrado como en el banco de un escultor. El Ande,  maestro de la escultura peruana está acabando de forjar la estética Americana. Sus entrañas abiertas muestran su solidez y la riqueza de la vida hasta en sus más profundas resquebrajaduras. Las quebradas angustian en el infinito repliegues de su estructura, acrecientan la curiosidad con la complejidad de sus ecos y recovecos, pueblan la mente de fantasías con su oscilación y movilidad perpetua.Asi recordamos  a Nancy Rodriguez.
       La Cordillera Blanca opone su cortina de armiño al fuego abrasador de la montaña y acaba de suavizar el clima remilgado del Callejón. Refrigerante y contralor del trópico evita la descomposición del ensueño y de la ternura. La Cordillera Negra ni tan alta para aislar, ni tan baja para borrar el relieve augusto inclina su mole gigante a la influencia de la corriente marina de la costa. En todo el valle se estrecha la visión del poniente; tampoco viene de muy lejos el levante. Aparece súbito éste y aquél se aleja inaudito. Constreñidos a mirar de cerca la vista se levanta hacia los confines apuntados por las cumbres. Pero si el horizonte es corto, la claridad es magnífica. En cambio la profundidad y la altura tienen aquí proporciones incalculables, bastos dominios que rebasan la admiración del poeta y la interrogación del filósofo. Toda la naturaleza contribuye aquí a modelar una personalidad que urge ver las cosas de cerca y que se empeña en acercar lejanías tras el cortinaje que fingen las montañas del cuadro. En este escenario la idea tiene claridades resueltas y la emoción el temblor generatriz de las grandes creaciones.
En la música vernácula de Nancy Rodriguez es difícil separar la música del baile. Ambos se entrelazan y tienen reciprocas influencias. Mientras la música modula el sonido hasta la sublimación de la melodía, el baile toma la gracia del movimiento hasta convertirlo en una ceremonia idolátrica o una floración dinámica. Tal la danza: un problema de línea y composición que crea y prodiga. Toma de la escultura la belleza de la forma y la sugestión de su plasticidad, la maravillosa combinación de los colores de la pintura, el ritmo exuberante de la música, el tema y los personajes del drama, la elocuencia de la literatura y, de la religión el misticismo y la pompa fastuosa de su rito.

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