¡Digan si no tenemos motivos para sentirnos orgullosos de nuestro carnaval, el mejor carnaval del Perú!
Por: José Antonio Salazar Mejía
Querer comparar nuestro carnaval huaracino con el Cajamarca o el Ayacuchano, es una vana pretensión. Nuestro carnaval tiene elementos que lo hacen único. Demostrar al mundo sus particularidades es el camino para hacer comprender que el nuestro, es el mejor carnaval del Perú.
El carnaval huaracino es rural y citadino. En el campo se viven intensamente los carnavales con la fiesta de las cruces, una particularidad que sólo se da en Huaraz. En el campo tenemos dos tipos de cruces, las de “máchitu” y las “qawaq cruz”.
Las Cruces del Campo, cubiertas de “máchitu”, son cruces protectoras que se colocan en los cerros y que han reemplazado a los monolitos o huancas que veneraban nuestros ancestros. El domingo pasado, las Cruces del Campo, que previamente fueron vestidas y “veladas” en las comunidades, bajaron a la ciudad, a los templos de La Soledad y San Francisco, para revitalizarse, renovar su fuerza y poder, escuchar la Santa Misa de Cruces y ser bendecidas antes de retornar y ser colocadas en sus lugares determinados.
La otra cruz rural es la “qawaq cruz” o cruz viva. Que se halla en los campos, celosamente cuidada por las comunidades. Son cruces formadas por las ramas de un árbol de molle o capulí. Hay algunos àrboles cuyas ramas toman la forma de una cruz. Una vez identificadas son adornadas para el carnaval. Se las vela y adorna con una sábana que cuelga de sus brazos.
En la ciudad tenemos otros dos tipos de cruces, las Cruces Bordadas y los Calvarios. Ambas se encuentran ubicadas en los cuatro puntos cardinales. Las Cruces Bordadas están en el eje este-oeste; Calicanto y Pumacayán, Rataquenua y José Olaya. Los Calvarios en cambio se ubican en el eje norte-sur, a las salidas de la ciudad; y hoy en día los tenemos en Huarás en Prolongación Luzuriaga y en Patay.
Solamente en Huaraz se celebran a las cruces en tiempo de carnaval. Esta particularidad, que expresa el profundo sentimiento religioso de nuestros campesinos no la sabemos apreciar.
El carnaval, que es un tiempo de caos que dura cinco días, está personificado en el “Ño Carnavalón”, personaje que adopta diversos nombres en cada barrio, nombres quechuas a cual más exagerados que explicitan las aberraciones de este ser que personifica al caos. Sus bandos y su testamento permiten todas las licencias habidas y por haber. Se vitupera a las autoridades y a los principales del pueblo, cosa que normalmente no está permitido hacer. Ya no tenemos coplas en el carnaval, pero tenemos los bandos, particularidad única en el Perú.
Y si a esto añadimos los reinados, los pasacalles, los corsos, la gran participación de la juventud huaracina, y finalmente, los “huachihualitos”, que es otra expresión de nuestra idiosincrasia, tenemos un amplio panorama de actividades que se realizan en el carnaval huaracino, que no termina sino el jueves “qatuushé”, o “mutsaqí”, un día después del Miércoles de Ceniza, cuando todo Huaraz se concentra a los pies del Señor de la Soledad a pedirle perdón por los excesos cometidos en los días del carnaval; y Él, cual padre amoroso, baja de su altar por única vez al año en esta fecha, a perdonar a sus hijos huaracinos y así restablecer el orden que se había trastocado con el carnaval.
¡Digan si no tenemos motivos para sentirnos orgullosos de nuestro carnaval, el mejor carnaval del Perú!
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