TRAGEDIAS
A pesar del colorido de sus vestuarios, el folclor peruano vive un luto permanente
El Comercio.com.pe 05 de julio de 2009
Cirios, rezos, lágrimas sobre ataúdes, cánticos entonados con fervor, cortejos multitudinarios, entierros conmovedores. A pesar del colorido de sus vestuarios, el folclor peruano vive un luto permanente. Un crespón que no puede quitarse por constantes pérdidas humanas.
En la historia de nuestra música, un hito en la pena social y en el interés de los medios que antes subestimaban a los músicos populares resulta la muerte de los integrantes del grupo Néctar en un accidente automovilístico en Buenos Aires. Su tema “El arbolito” sonó como fúnebre cortina musical después de que, la madrugada del domingo 13 de mayo del 2007, los músicos, su representante y el conductor del bus fallecieron en la autopista 25 de Mayo, en el barrio porteño de San Cristóbal. Repatriados los restos tras dos meses de investigaciones y furor mediático, tras los velatorios familiares sus cuerpos fueron objeto de homenajes públicos en la Plaza de Acho, incluida la condecoración por Servicios Distinguidos entregada por el presidente Alan García.
Poco después de aquella conmoción, Sara Aidé Barreto Retuerto, la Muñequita Sally, falleció de forma igualmente trágica el 27 de mayo, en un accidente ocurrido en el kilómetro 29 de la Panamericana Norte. Elegida años antes como Las Mejores Piernas del Folclor, sus últimas fotografías mostraron su malogrado cuerpo quebrado contra el pavimento, horas después de ofrecer un concierto en Huaraz. Tenía 38 años. Como cruel colofón, Gilda Retuerto Neri, su madre, perdió la vida a tan solo 11 días de la muerte de su hija, a 10 kilómetros de distancia en la misma carretera tras ser arrollada por un tráiler.
Sin resultar fatales, otros accidentes de tránsito han destruido prometedoras carreras. Es el caso de Gisela Lavado, La Princesa Acollina, alejada hoy de la música luego de que el 21 de julio del 2007 salvara de morir rumbo a Chilca. Tras un coma de dos semanas, la intérprete sufre hasta ahora las secuelas de un trauma encefalocraneano que ha callado su canto. Quien sí logró volver a los escenarios fue Doris Ferrer, la Inmortal Yauyinita de Oro, a pesar de que en el 2001 sufrió la fractura del cráneo y pérdida de masa encefálica.
Todos estos artistas han dado a su público las canciones que este necesita para hallarle sentido al melodrama de la vida cotidiana. Para el antropólogo César Ramos Aldana, Lima es una ciudad que cobra muy caro la entrada a los artistas. “De Felipe Pinglo, muerto en la pobreza y por la pobreza, pasando por Flor Pucarina, incomprendida en su momento por ser una mujer de carácter e independiente, Pastorita Huaracina y sus luchas sociales, un Jilguero del Huascarán constituyente, una Lucha Reyes muerta por el sino trágico de la explotación y la pobreza, un Chacalón al que le niegan atención médica aun cuando este puede pagar el servicio, parte del conjunto Juaneco y su Combo muertos en un accidente de aviación, y ahora el crimen de Alicia Delgado; el panteón de los héroes musicales es extenso, pero ante todo representativo de lo difícil que es vivir en el Perú real”, explica.
Todos estos héroes culturales, caracterizados por su franqueza, sencillez y solidaridad, son, para Ramos, íconos surgidos de la pobreza, la migración y el maltrato de la capital. “Son los abanderados de los sectores emergentes en su larga lucha por transformar el país”, explica.
La resignación ante la mortalidad hace pensar que estas muertes parecieran ser cosa del destino, como si en lugar de víctimas los músicos fueran mártires de su propia leyenda. Sin embargo, algunos de estos decesos son parte de frías estadísticas que arrojaron, el año pasado, 875 muertes a causa de accidentes en las carreteras.
Para Gustavo Buntinx, historiador de arte y experto en culturas populares, lo que diferencia las muertes de los ídolos musicales del resto de las víctimas es su visibilidad emotiva y sensorial, así como su inserción traumática en la sociedad del espectáculo. “Esas personas transformadas en personajes internalizan la sobredemanda de figuración y el sobregiro de expectativas bajo un sistema de excesos que finalmente los consume”, explica Buntinx. “Las exigencias de “la vida loca”, las exaltaciones frívolas de la transgresión por la transgresión misma, los atrapa en el simulacro perpetuo al que reducen sus existencias. Y terminan víctimas del guion que ingenuamente creían haber escrito”.
El cruel asesinato de Alicia Delgado, la mujer que inició hace 30 años la corriente vernacular del huaino con arpa, añade sadismo y escándalo a esta trágica historia. La crónica roja desata fantasías colectivas y morbo a causa de la supuesta condición homosexual de la víctima. Al horror de su muerte se superpone la trivialidad.
Para Buntinx, poco de excepcional hay en estos crímenes y accidentes. “Son la vivencia habitual de los millones de peruanos, bajo el imperio del caos y de la corrupción, en medio de un desorden jurídico y normativo en el que cualquier abuso es factible”.
DE ÍDOLOS A LEYENDAS
Condenados a convivir con la tragedia
Para el sociólogo Santiago Alfaro, la tragedia que cerca a muchos músicos populares tiene una dimensión económica y otra cultural. “La primera está relacionada al modelo de negocio de la cumbia y el folclor basado en la organización de conciertos. Esta es la actividad económica principal de los artistas, no la venta de discos. Entre julio y octubre del 2007, solo en Ate y San Juan de Lurigancho se realizaron 422 presentaciones musicales. Debido a ello, viajan permanentemente por las calles y carreteras de Lima, provincias y otras ciudades del exterior, encontrándose propensos a tener accidentes automovilísticos. Así, el motivo de sus vidas es también el de su muerte”.
Especialista en música popular, Alfaro señala que en el Perú los lazos afectivos creados por la música resultan más agudos que en otras manifestaciones culturales, pues es el arte más consumido. “En un país en el que la gente no compra libros o consume masivamente películas nacionales, los sonidos se convierten en el principal sismógrafo de nuestra sensibilidad. Allí se registran los subterráneos movimientos que alteran la geografía cultural del Perú”, dice.
“Los cantantes son los poetas que el pueblo no lee, el psicoanalista que no visita, los sacerdotes que no consulta. Por eso la Pastorita Huaracina, Chacalón, el Jilguero de Huascarán, Muñequita Sally, Néctar y Alicia Delgado luego de ser héroes en vida se convirtieron en mitos al morir”, afirma.
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